Playa del Carmen.- A través de una página web especializada en fotografía de bodas, un ciudadano canadiense denunció haber visto una “boda del horror” en el hotel Sandos Playacar de esta ciudad, en donde enfermaron casi todos los invitados, además de exigir este centro de hospedaje una serie de cobros extra, sin cumplir ellos con lo acordado con los novios.
“Esto no solo es una reseña, es una advertencia”, escribió en inglés este fotógrafo, que no se identificó, en para el sitio “Canadian Wedding Photographers”, quien señaló que la primera estafa fue que después de seis meses de correos electrónicos entre los clientes y el Sandos Playacar, para planificar esta boda, al arribar esta pareja descubrieron que el hotel les había estado mandando fotos de otra sucursal, por lo que nada coincidía con lo que habían preparado y tuvieron que ajustar todo de último momento, incluida la boda en la playa, que no sería en un lugar remoto, como imaginaba, sino en un lugar lleno de gente.


No solo esto, sino que al registrarse, sobrevino la desorganización y la indiferencia del hotel, que dejó al grupo encerrado dentro del autobús en el que llegaron, sin explicación alguna, ya que el chofer se retiró y el personal del hotel los ignoró. Cuando pudieron salir, no había nadie para guiarlos, por lo que varios invitados terminaron vagando por el hotel, sin saber hacia dónde ir.
Los elevadores no funcionaban, por lo que huéspedes de la tercera edad o en silla de rueda tuvieron que lidiar con las escaleras. Aunque se les había pedido que personas con problemas de movilidad estuvieran en la planta baja, fueron asignados a habitaciones en un segundo nivel.
No había suite para los novios, quienes fueron enviados a un cuarto con aire acondicionado fallado y con las luces averidas. Otros huéspedes recibieron las llaves equivocadas, incluso para cuartos que ya estaban ocupados, lo que resultó en que entraran en las habitaciones de gente extraña ya instalada.
El grupo luego comenzó a recibir toda clase de cobros adicionales. Los novios habían pagado una extensión a su fiesta previa, hasta las 10 de la noche, pero les informaron que esta extensión había sido añadida al inicio del festejo, cuando ellos apenas se estaban tomando fotos, por lo que tuvieron que pagar una segunda extensión.
Por cambiar de color los adornos de las mesas, debieron pagar otros 450 dólares; por poner una pista de baile con luces en la playa, otros mil 700 dólares, el que estaba defectuoso, con luces que se apagaban; por un coctel al momento del primer baile, otros 200 dólares, que para colmo llegó tarde y generó una pausa incómoda antes de que pudiera iniciar el vals.
“Para cuando terminó el viaje, esta pareja ya había recibido cerca de 3 mil dólares en cobros inesperados. Sandos Playacar sabe que, una vez que llegan las parejas, no tienen más opción que pagar todos sus locos precios”, añade.
RIESGO SANITARIO
Toda esta indiferencia, incompetencia y voracidad palidecen en vista del problema principal, que es la infección masiva de cientos de huéspedes en el Sandos Playacar en los últimos tres meses, las que derivaron en la suspensión de sus restaurantes, por parte de la Comisión Federal de Riesgos Sanitarios (Cofepris), a finales de febrero.
En el caso de este grupo, casi todos cayeron violentamente enfermos para la fecha de la boda, que era cuatro días después de su llegada.
Una queja común de los invitados era, además de la mala comida, el percibir un olor constante a drenaje, además de falta de aseo en las áreas. Aunque pensaron que era un norovirus, el doctor que el hotel les trajo (después de exigirle 200 dólares) les confesó que ha venido varias veces en los últimos meses y que creía que era una infección bacteriana por agua contaminada que les servían a los huéspedes.
El hotel, sin embargo, negaba toda responsabilidad y a pesar del alto número de casos, acusába a los huéspedes de haberse enfermado antes de su llegada.
El día antes de la boda, ambos novios estaban enfermos y, para colmo, el hotel continuaba asignándoles su cuarto a nuevos huéspedes, que abrían de sorpresa la puerta de su habitación mientras convalecían.
Pedir agua embotellada les costaba 12 dólares la botella, y sus pedidos de servicio a habitación eran ignorados, por lo que tuvieron que recurrir a que les trajeran comida por aplicaciones digitales.
Por estar todos con vómitos y diarrea, este grupo pospuso la boda un día, lo que fue aprovechado por Sandos para cobrarles otros 600 dólares, como si fuera una segunda ceremonia. Apenas la mitad acudió a la boda.
ABUNDAN CASOS
Este fotógrafo señala que en esta estadía, su grupo se encontró con otras cinco bodas con gente enferma, de los más de 300 canadienses que han tenido experiencias similares en visitas recientes al Sandos Playacar.
Este medio ha estado en contacto con una veintena de víctimas de este hotel, a través de redes sociales, y entre quienes nos han escrito, hay dos que acudieron a bodas, arruinadas por este brote de infecciones.
Tammi McDonald escribió el viernes que apenas regresó a su país y señala que de haber sabido emde este problema sanitario, habría hecho lo que fuera para cambiar de hotel o de fechas, para evitar la pésima experiencia vivida por este grupo de 32 personas.
“Todos nos enfermamos al segundo día (solo dos con síntomas leves). Mi esposo apenas pudo acudir a la ceremonia, pero ya no fue al festejo. Solo la mitad de los invitados llegaron a esa fiesta, que concluyó antes de tiempo, cuando quedaban solo cinco invitados,” escribió. “Descorazonador, después de un año de planificación”.
Su nieto de dos años sufre ahora de enfermedad mano-pie-boca, confirmada por el doctor del hotel. Cuatro otras familias debieron ver al doctor y dos de sus sobrinas fueron evacuadas en ambulancia.
Su estadía fue del 17 al 24 de febrero y todavía aguardan los resultados de laboratorio.
Nelson Azevedo explicó que a él le tocó oficiar una boda con 35 personas, de las cuales solo dos no enfermaron.
“La novia, con cuatro meses de embarazo, enfermó seriamente, al grado que tuvo que ser revisada por un doctor, que ella tuvo que pagar”, añade. “Cerca del 70% de los huéspedes del Sandos Playacar estaban enfermos, con vómitos y diarrea, incluído yo”.
Lo más grave, señala, es que el hotel negaba todo y no perdía oportunidad para cobrarles extra por lo que fuera.
“Escribo esto el 27 de febrero, en mi carro en Winnipeg (Canadá), estacionado frente a la oficina del doctor, esperando a mi novia que sigue muy enferma”, afirmó. “En mi opinión, ¡lo que ocurre en el Sandos Playacar es un crimen!”
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