Viejas conocidas de las tradiciones de Día de Muertos en tierras mexicanas, las calaveras literarias, se dice, hallaron su origen a la par de los epitafios de Jorge Manrique, poeta clásico de la época prerrenacentista. Otros especialistas como Enrique Flores, avocado en la literatura colonial, apuntan que el origen viene de Fray Joaquín Bolaños, específicamente de La portentosa vida de la muerte (1792), pues es donde se halla ese título esencial para entender “la estética de la muerte novohispana”.
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Un recorrido hecho por la la Casa Universitaria del Libro (Casul )sugiere, basado en los estudios de Flores, que “en la obra de Bolaños se visualizan una gran cantidad de elementos así como una lectura que “altera lo solemne y lo chisco, lo trágico y lo cómico, lo terrible y lo grotesco” alrededor de una trama en la que existe una personificación de la muerte como un esqueleto que camina entre los vivos y retrata algunos eventos terribles de la historia”.
Pese a la antigüedad de los orígenes, se guarda el registro de la primera calaverita publicada hasta mediados del siglo XIX. Lo anterior no por falta de producción, sino consecuencia de la censura de la época. Así, se indica que una de las publicaciones más añejas que se preserva en hemerotecas, es de 1849 del periódico El Socialista, de origen jalisciense.
Desde ese entonces, estas figuras literarias hechas en verso, que entre rimas satirizan desde el acto más cotidiano hasta la vida más opulenta –como fue el caso de personajes como Benito Juárez y Porfirio Díaz–, han logrado trascender desde el siglo XIX hasta estos nuestros tiempos. Merced de la popularidad que le dieron figuras como Constantino Escalante, Santiago Hernández y, sobre todo, el grabador por excelencia, José Guadalupe Posada.
Ahora bien, para que escribas la propia, sólo será necesaria la pericia para la burla y las ganas de mirar con humor el día a día. No hay un instructivo de cómo debe hacerse, aunque sí algunas características que le hacen ser una calavera. La sátira en el lenguaje que regularmente es coloquial, una extensión no tan prolongada, el uso de las rimas entre versos y estrofas que no deben tener muchas sílabas. Y sobre todo recuerda divertirte al escribirla y al leerla, pues mucha de la música y gracia de esto está en la lectura.
Con información de 24 Horas