Una de las posesiones más valiosas en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es la espina de la corona de Cristo, así como un trozo de la cruz en la que Jesús habría sido crucificado.
Y es que la mayoría de los objetos que se cree tuvieron contacto con Jesús se encuentran en Italia o en Israel, la Tierra Santa, y pese a que es imposible confirmar que verdaderamente son auténticos, son cuidados y sólo en ocasiones especiales se permite que el público pueda apreciarlas.
Particularmente, las reliquias de la Vera Cruz están cargadas de historia, por ello se les considera entre las más valiosas de la cristiandad.
El 25 de noviembre de 1177, bajo el sol abrasador de Tierra Santa, el rey Balduino IV de Jerusalén se preparaba para entrar en combate con el ejército musulmán de Saladino, sultán de Egipto y de Siria.
Superado en número, el rey leproso había ordenado llevar con sus caballeros una reliquia de la Vera Cruz, un fragmento de la cruz en la que Cristo fue crucificado, según la tradición.
Con ella delante y tras una breve oración, el rey ordenó cargar a sus caballeros, que dispersaron al ejército del sultán, lo que permitió que el reino de Jerusalén sobreviviera hasta el año de 1187, dos años después de que Balduino falleciera de su terrible enfermedad, no así su rey, a quien la lepra que lo aquejaba le llevó a la tumba a los 24 años de edad.